En lo que va de año, 45 mujeres han muerto víctimas de la violencia doméstica. De media, desde 2003, año en que empezaron las estadísticas, fallecen 60 mujeres anualmente por esta causa. Una violencia atroz y, sin embargo, silenciosa…porque imaginémonos que si cada año fallecieran 60 personas de un colectivo concreto, sin lugar a dudas llamaría poderosamente la atención y se actuaría de forma inmediata, contundente y radical.
Pero la violencia contra las mujeres es aún invisible y silenciosa. Por eso, hoy 25 de noviembre, Día Internacional para la eliminación de la violencia de género, todavía hay que seguir recordando que es una lacra que persiste en todos los países del mundo y que es la más vergonzosa violación de los derechos humanos porque el 35% de las mujeres del mundo han sufrido en algún momento de su vida violencia de pareja.
En el mundo, hoy, hay cientos de mujeres que pierden su vida a manos de sus parejas, y hay también cientos de mujeres que sin llegar a perder la vida, viven, en la intimidad de sus hogares y en presencia de sus hijos, maltrato físico y psícológico que las marca y las clasifica como mujeres víctimas de violencia de género.
Hace falta muchísima sensibilización. Toda la sociedad tiene que implicarse en la erradicación de este tipo de violencia contra las mujeres y no podemos permanecer impasibles ante estos actos porque si lo hacemos, todos somos cómplices.
La lucha contra la violencia de género debe ser política de Estado porque las víctimas merecen que se protegan y se amplien sus derechos, seguridad jurídica, compromiso y recursos para ayudarlas.
Esa política de Estado también debe involucrar a todos en la prevención de la violencia desde la educación y en la protección de nuestros menores y jóvenes para prevenir conductas violentas.
Hay que estar especialmente alertas a la llamada de atención de los expertos, que ven con preocupación el aumento de actitudes controladoras en los jóvenes, pues pueden ser las primeras señales. Es clave que desde las edades más tempranas, los jóvenes tomen conciencia de que el machismo y la desigualdad de trato puede derivar en ciertos comportamientos que no son admisibles. Ese es uno de los grandes retos: que la violencia no se transmita a la siguiente generación.
En un día como hoy, el compromiso de lucha de la sociedad actual tiene que ser trabajar sin descanso por una sociedad libre de violencia y comprometida con los derechos fundamentales y la igualdad de todos, pues la violencia de género es la expresión más grave de la discriminación, la situación de desigualdad y las relaciones de poder de los hombres sobre las mujeres.
Mientras que exista una mujer maltratada, hay que seguir trabajando en la ayuda a la víctima y el desprecio al maltratador.
Rosa Romero
Alcaldesa de Ciudad Real
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