La alcaldesa de Ciudad Real, Pilar Zamora, ha hecho entrega esta tarde al pregonero de la Semana Santa de Ciudad Real 2016, Tomás Robledo de Dios, de la imagen del Penitente del escultor Kirico, que le agradece haber ofrecido esta noche el Magno Pregón. El Comisario de la Asociación de Cofradías de la Semana Santa de Ciudad Real, Vicente Velasco, le ha ofrecido en su último Magno Pregón al frente de la Asociación el honor de entregarle este reconocimiento.
En el acto han estado presentes el Vicario General de la Diócesis, Miguel Esparza, el presidente de la Diputación Provincial de Ciudad Real, José Manuel Caballero, la alcaldesa de Puertollano, Mayte Fernández, el director provincial de la Consejería de Hacienda y Administraciones Públicas, Francisco Pérez, el primer teniente de alcaldesa del Ayuntamiento de Ciudad Real, Nicolás Clavero, el concejal de Promoción Económica, Empresarial y Turística, José Luis Herrera, así como otros concejales del grupo Popular y de Ciudadanos, junto con otras autoridades militares y religiosas.
En su Magno Pregón, el que fuera Hermano Mayor de la Hermandad de la Soledad, ha efectuado un repaso al resto de Hermandades y sus estaciones de penitencia a través de los pasajes del Evangelio de San Juan. Un apóstol que reconocía está muy presente en la iconografía de la Semana Santa de Ciudad Real: desde la “Santa Cena”, que asiste al “Prendimiento”, que está en el calvario de “Las Tres Cruces”, que llora ante el Cristo de la Caridad, que ayuda a Nicodemo en el Descendimiento y que acompaña a la Virgen de la Amargura y a las otras Marías.
“La Semana Santa –decía- es un mundo de sentimientos y pasiones que se te mete dentro y ya nadie los puede sacar”. Y afirmaba que esta semana grande para Ciudad Real es el “esfuerzo de miles de personas en todo el año para mostrar la muerte, pasión y muerte de Jesús realizando una catequesis cofrade por las calles”.
Robledo comenzaba su pregón con los recuerdos de un infancia “feliz y en la mejor de las ciudades para ello. Reconocía que los pequeños sabían que llegaba la Semana Santa por los aromas de las torrijas, o potajes de garbanzos con pellas que salían de las cocinas. Junto a su familia dedicaba el Jueves Santo a “recorrer Monumentos en coquetas capillas, que el resto del año no visitábamos y el Viernes Santo a los oficios.”
El Magno Pregonero desvelaba que la primera vez que salió en una procesión lo hizo con su hermano Carlos de nazareno, y él de monaguillo abriendo la pasionaria de Santiago tocando una campanilla. Después entró en el mundo del costal en la cuadrilla de la Dolorosa de la Catedral dirigida por el fallecido Marcelino Abenza, pero que no pudo salir, debido al mal tiempo. Tras eso, al año siguiente, se enroló en la Hermandad de La Soledad de la que fue costalero, capataz, cruz de guía, miembro de la Junta de Gobierno y Hermano Mayor de una hermandad en la que reconocía “no existe eso de borrarse de la Virgen.”
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